La restricción calórica es una conocida estrategia buena para la salud pero no para prolongar la vida
La restricción calórica no es tan universal para prolongar la vida como se pensaba, pues, según ha determinado un estudio internacional en el que participa la Universidad de Córdoba (UCO), ingerir menos calorías es bueno para la salud, pero no necesariamente para la longevidad.
Según ha informado la UCO, la restricción calórica es una conocida estrategia para mejorar la salud y prolongar la vida. Esta dieta consiste en consumir menos calorías, pero sin caer en la desnutrición. Sin embargo, no vale para todos, pues hay múltiples factores, como el sexo o el porcentaje en la reducción de la ingesta, que inciden en ello.
Así se ha observado en un amplio trabajo coordinado por los Institutos Nacionales de Salud (NIH) estadounidenses en el que han participado la UCO y el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo, centro mixto Universidad Pablo de Olavide-CSIC.
A este respecto, el catedrático de Biología Celular, Fisiología e Inmunología de la UCO y responsable de una parte del trabajo de investigación internacional, José Manuel Villalba, ha señalado que “la restricción calórica es la intervención no genética mejor caracterizada que se puede hacer en un individuo para contribuir a mejorar, tanto su salud, como su esperanza de vida”.
Sin embargo, según ha matizado, “los efectos en la supervivencia no son tan universales como se pensaba”, pues se habían descrito algunos factores que pueden ayudar a mejorar la longevidad más que otros, por ejemplo, la fuente de grasas.
El propio equipo que dirige en la UCO ya había apuntado a esta dirección, mientras que ahora, este nuevo trabajo, muy amplio y coordinado por el doctor Rafael de Cabo desde el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de Baltimore (Estados Unidos), ahonda en estas particularidades.
El trabajo ha empleado una cantidad “ingente de datos”, según ha explicado Villalba, con los que se quería probar la universalidad de la restricción calórica como opción para prolongar la vida. Para ello, y en laboratorios repartidos en varios puntos de Estados Unidos, Austria, Dinamarca y España, se han estudiado los comportamientos de dos cepas diferentes de ratones, con ambos sexos y con dos niveles de variación de ingesta diferente.
Los datos crecían exponencialmente al multiplicar tantas variables, por lo que fue necesario la colaboración de hasta 18 equipos científicos diferentes y los resultados han sido publicados en la revista científica ‘Cell Metabolism’.
La inclusión de ejemplares de los dos sexos fue un factor importante, pues, aunque en experimentación se suelen utilizar machos al ser más estables desde el punto de vista hormonal, lo cierto es que esta cuestión práctica, sin embargo, elude otra de género, la de que en ocasiones las hembras responden a patrones fisiológicos diferentes, por lo que no siempre se pueden estandarizar los resultados de sus congéneres masculinos. Desde hace un tiempo, los NIH ya tienen en cuenta esta diferencia de sexo en sus investigaciones.
Junto a ello se ha considerado el comportamiento de dos cepas diferentes de ratones y una restricción en la dieta del 20 y el 40 por ciento en cada una de las anteriores categorías, junto a grupos de control que comían a placer (ad libitum). Se ha estudiado, tanto la longevidad máxima (el tope en la vida), como la media (a qué edad muere la mitad de la población) y diferentes parámetros de la salud.
El amplio equipo internacional ha observado que había factores celulares que facilitan un envejecimiento más saludable, pero que no garantizan vivir más. Uno de esos factores estaba en las mitocondrias, un orgánulo encargado, entre otras funciones, de metabolizar las grasas. Los animales en restricción calórica empleaban en mayor porcentaje las grasas como fuentes de energía, en vez de los carbohidratos, usados en mayor ratio por los que comían a voluntad. Por eso, el estudio afirma que una de las claves de una senectud exitosa es tener una mitocondria saludable.
También se han realizado análisis de un proceso llamado autofagia, por el que la célula devora algunos de sus propios orgánulos para seguir obteniendo energía, en el caso de que escasee. Es como si en un ferrocarril se consumiera la madera de un vagón accesorio para alimentar la máquina y poder seguir en funcionamiento. La autofagia se incrementaba en varios de los tejidos y, gracias a ello, la célula se mantenía depurada.
En el marco de este estudio, la UCO precisamente ha analizado el comportamiento de las células del hígado de los ratones sometidos a esta estrategia de comer menos para vivir más. Concretamente, el grupo estudió el comportamiento de las mitocondrias, el núcleo celular y el sistema de autofagia. Los núcleos de las células hepáticas varían su tamaño con el envejecimiento, por lo que su estudio es importante en este marco.